Alone in my own sadness
A veces me despierto con el peso del mundo sobre mis hombros y una opresión en el pecho que me deja sin respiración.
La verdad, no lo entiendo, porque aparentemente lo tengo todo: ropa para vestirme, una casa donde vivir, zapatos para poner en mis pies; puedo saciar mis necesidades generales sin preocuparme…
…pero a veces siento que eso está vacío, que es mentira, que no es lo que quiero. Tengo sed de otras cosas mucho más profundas que todas esas cosas materiales, que todas esas cosas que se pueden comprar. [Por eso ya no creo en la moda.]
Y este mundo está tan podrido que me consume día a día, si me dejo llevar por él, a un agujero del que cuesta mucho muchísimo salir; la tristeza interior de no saber alimentar tu propia alma con cosas que realmente sirvan.
Ya no sirve contentar consumiendo, estrenando, gastando, comprando. Ya no sirve si no es profundo, grande, intenso, interno.
A mí ahora me llena la naturaleza, el aire puro, el sol en mi cara, pasear, sentirme viva, respirar profundo, sentir el arte, dejar espacio para el silencio, sentirme a mi misma, conocerme y encontrarme.
Pero a veces recaigo en mi propia tristeza, esa que aparece de comparar, de ver solo lo malo que hay en el mundo y saber que no puedes hacer más que aguantar y poner tu pequeño granito de arena para abrir ojos.
Los ojos que me miran
Ojos que miren, que vean. Ojos conscientes que despierten al leer, al conectar con mis palabras, con mis imágenes.
¿Estáis ahí? Seguro que sí, los siento en mí. Y, al contrario que antes, esos ojos no juzgan, sólo sienten… «sólo» sienten… 😉
Y me miran, me miran para poder ver qué les tengo que decir.
A todos vosotros: gracias. Gracias por querer cambios, por apoyarme en mis opiniones, en mis críticas.
El mundo será un lugar mejor gracias a nosotros, no hay duda.